lunes, 11 de abril de 2016

¿Justicia o Legalidad?

Si la naturaleza humana es, valga la redundancia, por naturaleza individualista, y tiende a desplegarse en manifestaciones egoístas frente a los deseos, necesidades e intereses de los demás, obligatorio era desde los principios de la historia del hombre buscar una fórmula de convivencia que redujera los males de ese estado de conflicto y hostilidad permanente en que viven los individuos  para satisfacer sus propios intereses.

Bajo ese contexto, la justicia como construcción del hombre surgió desde sus primeros andares en la tierra, como esa posible fórmula inmaterial o abstracta de entender que la única manera de fomentar una convivencia pacífica entre los hombres era mediante el respeto mutuo a los derechos de cada uno, hasta configurarse en una impronta universal legalista, esto es, un medio para poner orden y aplicar sanciones.
Sin embargo, esta tendencia a considerar o confundir la justicia con la legitimidad de una norma y su aplicación universal, conlleva a tomar en consideración otros aspectos (históricos y culturales) que legitiman la justicia bajo parámetros diferentes a la legalidad.

La observancia y el respeto a la ley de ninguna forma deben ser vistos como sinónimo de justicia, so pena de sufrir desgracias emocionales y/o existenciales. En efecto, el establecimiento de ciertas reglas de convivencia, leyes o normas, donde los derechos esenciales de cada miembro de la sociedad sean respetados, no debe ser confundido con aspiraciones de justicia, pues el establecimiento de dichas reglas atiende únicamente al fin de mejorar significativamente la convivencia entre los individuos y brindarles tranquilidad social, así como fomentar la cooperación colectiva.

En cambio, la justicia carece de realidad material, ya sea como principio, valor o fin último del derecho o del Estado, el término justicia adopta distintos ropajes en diferentes ideologías políticas, y estas ideologías adoptan la noción de justicia de manera que se adecue con mayor facilidad a su aspecto preferido. Por tal razón, la justicia como concepto principal que estructura la vida pública, es uno de los más difíciles de determinar, y casi imposible de llevarlo a la práctica satisfactoriamente; de modo que, dejando de lado su aspecto legal y/o jurídico, la justicia siempre ha sido considerada como un fenómeno indefinible, pero que es dado e incontrovertible en la sociedad.

Ante ello, cabría preguntarse si el término o medio que permite y/o garantiza en mayor grado esa verdadera convivencia pacífica en cualquier sociedad es realmente la justicia, o es acaso la legalidad.

Al respecto, me parece que la legalidad, entendida como ese conjunto de valores, percepciones y actitudes positivas que el individuo observa hacia las leyes y las instituciones que lo ejecutan, funcionaría mejor como un mecanismo de autorregulación individual y regulación social, que exige por parte de los ciudadanos una cierta armonía entre el respeto a la ley, las convicciones morales y las tradiciones y convenciones culturales.

Mtro. Roberto Hernández Treviño
Director Jurídico de Asconjur, S. C.

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